jueves, 19 de enero de 2012

jj


Parecería que JJ Abrams ha dejado a un lado la mística insular de Lost, el ajetreado relato de espías a lo Alias y la celebración exacerbada de lo fantástico de Fringe, para situarse –con mayor o menor participación– detrás de dos series que contactan, de forma más profunda, con la realidad o la contemporaneidad política. Por un lado está Person of Interest, que se centra en un inventor con mucho dinero y aun más secretos y a un agente de élite retirado; entre ambos han decidido combatir el crimen utilizando una máquina que, recogiendo información de un sinfín de cámaras de vídeovigilancia, logra detectar futuros crímenes. Por el otro, está la flamante Alcatraz, que sigue a una policía, un federal y un escritor que deben investigar los porqués de la desaparición, en los años sesenta, de todos los presos de La Roca y su reaparición, en la actualidad. En definitiva: las dos series abordan el incremento de la vigilancia desde la caída de las torres o los posibles abusos de poder en recintos carcelarios.

Person of Interest tiene cierto factor de producto menor: en él no hay ecos de fantástico, se basa en capítulos cerrados –sobre todo en los primeros episodios– y cuenta con muy pocos personajes. Alcatraz arranca dibujando las líneas de una trama de larga duración y, como en Alias, lo hace con un juego de máscaras –el federal y sus secretos, el abuelo de la protagonista–. Alcatraz capta mejor el universo de JJ Abrams.

En ambas series existe la idea de trabajar sobre dos tiempos distintos: la situación en La Roca antes de su cierre y el tiempo presente en Alcatraz; el pasado de los protagonistas y la actualidad en Person of Interest. También, el uso de personajes que funcionan por contraste: el inventor cojo y el agente impecable; la policía aventajada y el escritor excéntrico.

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