jueves, 26 de enero de 2012

Una cuestión de respeto


En Camino a la libertad, Peter Weir plantea el trayecto de un grupo de hombres, evadidos de una cárcel en medio de Siberia, hasta Oriente, donde podrán ser libres. La premisa le sirve a Weir para ahondar en el la magnificencia y el poder de la naturaleza (una de sus grandes obsesiones), aplastante en todas las etapas que deben pasar los protagonistas: desde el bosque y sus lobos a la nieve o al desierto. También, para trazar un relato de supervivencia y compañerismo. Una de los detalles más bellos de la película es la manera en que el director filma la muerte de aquellos personajes que van sucumbiendo en el camino. A cada uno le otorga un carácter, una seña de identidad. Uno de ellos muere congelado, a la noche, sin saber que está justo delante de sus compañeros porque sufre ceguera nocturna. Weir lo filma desde la perspectiva de los demás, que lo descubren al día siguiente: pues el hombre ciego no pudo ser visto. La única chica, una joven que se une a ellos a medio camino, muere tumbada en la arena del desierto, mientras la cámara muestra, desde su punto de vista, los rostros de los otros, que la rodean; un instante que resume la huella que la chica ha dejado en cada uno de ellos. En un relato de grupo, Weir muestra un profundo respeto por sus personajes, que incluso hasta el último momento tienen la entidad de individuos, pues si la vida no es descrita de la misma manera, tampoco debería serlo la muerte.





En Infierno blanco, Joe Carnahan sigue a un grupo de hombres en su intento por sobrevivir en la nieve tras un accidente de avión. Más allá de la cámara inestable y de la fotografía poco estilizada, en Infierno blanco, la muerte y la supervivencia pasan a menudo por la retórica –las proclamas del protagonista y los pocos diálogos marcan la dirección–. A diferencia de Weir, a Carnahan le interesan más las situaciones que los personajes: uno muere desde lo alto, otro comido por lobos, otro ahogado. No importa quiénes eran e, incluso, en algunas ocasiones, se insiste en la causa. Ni siquiera aquel que pide morir solo, sentado frente al hermoso paisaje de las montañas nevadas, se libra de un leve movimiento de cámara y de unas breves notas que acentúan la inminente amenaza de los lobos.

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